sábado, 17 de enero de 2015

El fraude científico: we're on the highway to hell


Hola de nuevo a todos,

Antes de comenzar con la tarea propuesta para esta semana, quiero recalcar que la sesión de ayer me pareció muy interesante y que la charla de Fernando Checa simplemente maravillosa. 

Y ahora ya volviendo al tema que nos ocupa esta semana... Debo reconocer que no sé si me he sentido impactada, asustada o avergonzada (o puede que una mezcla de todas) al ver los datos referentes al fraude científico. Si pones "fraude científico" en Google aparecen 189.000 resultados, y si lo pones en inglés la cifra aumenta a 13.500.000... Y las cifras no mejoran al consultar el material del libro de texto: según un artículo de PNAS el fraude científico se ha multiplicado por 10 en los últimos 40 años; en una encuesta realizada a profesionales de la bioestadística, el 31% reconoció haber colaborado con un proyecto fraudulento a lo largo de su carrera y un 13% afirmó haber recibido propuestas directas para cometer fraude; uno de cada tres científicos admite usar prácticas de laboratorio cuestionables, y uno de cada 50 admite falsificar los datos; el 81% afirma que modificaría o se inventaría resultados para conseguir financiación o publicar un paper... 

A la vista de todo esto no puedo más que preguntarme, ¿al ponernos la bata de laboratorio hemos condenado nuestras almas?

En el texto de J. Benach y J.A. Tapia hay un párrafo que me ha resultado especialmente llamativo: para la sociedad, la profesión de científico va acompañada de un prestigio y de una mitología referente al trabajo que realizamos y las repercusiones que éste puede tener en la sociedad. La gente de a pie ve al científico como un individuo cualitativamente distinto del resto de la población, caracterizado por su inteligencia, rigor y objetividad (¡¡¿?!!); y entiende la investigación científica como una actividad generadora de conocimiento social sobre temas originales e importantes cuya finalidad primordial sería su utilidad social. 

Puede que exista un misticismo en torno a la idea platónica de lo que es un científico, pero a la vista de los datos sobre el fraude científico queda patente que estamos muuuuy lejos de esa idea. Es cierto que ser científico es una actitud vital que nos lleva a ser más curiosos (no necesariamente más inteligentes), a tratar de descubrir la verdad, el porqué de las cosas que nos rodean. Y esto, en mi opinión, es cierto al menos en las primeras etapas de la carrera científica. Después, con el tiempo se empieza a sufrir una deformación profesional que nos lleva a una contradicción tan fuerte como engañar sobre nuestros descubrimientos científicos cuando nuestro propósito inicial era buscar la verdad. A medida que nos vamos metiendo en la vorágine del mundo científico nos vemos arrastrados por los conflictos de intereses, los prejuicios, las presiones, las ambiciones personales... La ciencia se está convirtiendo en una carrera a contrarreloj donde el objetivo primordial parece ser obtener prestigio e ir ascendiendo, cosas que dependen tristemente del número de publicaciones que tengas, no necesariamente de la calidad de las mismas. De acuerdo con las palabras del Dr. Richard Roberts, al menos la mitad de los artículos publicados son inútiles o poco fiables, aunque aparentemente en ellos no se hubiese cometido ningún fraude. 

Y así es como acabamos tergiversando nuestras publicaciones científicas o incluso cometiendo fraude científico. Es cierto que en la sociedad en la que vivimos el tema del fraude está a la alza, pero parece especialmente triste que aquellos que hemos elegido esta profesión (cuya base teórica es mayoritariamente altruista), y en los que la sociedad ha depositado tantas esperanzas, engañemos a todas esas personas. Porque seamos sinceros, un científico que comete un fraude no solo engaña a los otros científicos, engaña a toda la sociedad y depende del su campo de investigación puede jugar con los sentimientos y esperanzas de miles de personas. 

Podría pensarse que en realidad la culpa de que esas publicaciones fraudulentas lleguen a ver la luz la tienen las revistas, puesto que se supone que deberían tener unos mecanismos de control que permitiesen la selección de trabajos que cumplan los requisitos adecuados de calidad e interés. Pero los revisores y editores también son humanos, y el sistema de revisión de las revistas científicas tiene importantes limitaciones. Además, no ayuda nada que un artículo que ha sido rechazado en una revista de mayor nivel acabe tarde o temprano publicado en otra de nivel inferior, con tal de que los autores insistan en enviarlos a sucesivas revistas hasta que "suene la flauta". 

Pero haciendo un ejercicio de autocrítica realista debemos reconocer que en última instancia los responsables del fraude científico somos nosotros, los científicos (¡y no solo los becarios!, todos y cada uno de los integrantes de un equipo de investigación que firman como autores un artículo). Debemos tratar de evitar todas y cada una de las variantes de la malpraxis científica: el autoplagio, el plagio, el uso fraudulento de la información de otros investigadores, el adorno de estudios para que parezcan más importantes, la "publicación salami", la ciencia patológica, la invención de los resultados... Está claro que no todas estas malas prácticas son equiparables, probablemente en el extraño inferior de la "escala de maldad" se encuentre el autoplagio o la "publicación salami", mientras que en el extremo superior esté el plagio y la invención de resultados.

En un punto intermedio de esta escala encontraríamos la ciencia patológica. El artículo de Nicholas J. Turro sobre esta práctica me ha parecido excelente y altamente informativo. La ciencia patológica está en un "nivel de maldad" de inferior que la invención de resultados, pero puede resultar incluso más peligrosa que el fraude, ya que, por ciencia patológica entendemos aquella actividad científica que da lugar a datos y teorías ilusorias, los resultados no son verdaderos pero el autor está plenamente convencido de que sí. Y aquí está el mayor de los peligros, el autoengaño. En palabras de Irving Langmuir: "These are cases where there is no dishonesty involved, but where people are tricked into false results and the lack of understanding about what human beings can do to themselves in the way of being led astray by subjective effects...". Entender la ciencias patológica es fundamental para ayudarnos a realizar investigaciones de mayor calidad y ciencia fiable. 

Como postula Kuhn, está claro que la ciencia ha ido evolucionando gracias a la refutación de paradigmas científicos, a través de una serie de grandes revoluciones que surgieron a partir de resultados que contradecían las idea pre-establecidas. Y fueron los científicos que llevaron a cabo esas grandes revoluciones los que se han forjado un nombre en el "paseo de la fama" de la ciencia. Es prácticamente inevitable que a lo largo de la realización de experimentos, los científicos se encuentren con resultados anómalos que contradicen los paradigmas establecidos, y ante estos resultados se pueden adoptar tres opciones: 1) Obviar por completo los resultados anómalos porque no se ajustan a los resultados esperados ("When a science is in a potentially revolutionary phase, a dominant paradigm can be a prison, preventing researchers from following promising new leads..."). 2) Investigar esas anomalías y ver si se repiten en las mismas condiciones y a partir de esos resultados abandonar esa línea de investigación o iniciar una nueva tras una profunda reflexión al respecto (no hace falta ser un genio para ver que esta es la opción buena). 3) Creer que hemos descubierto el nuevo paradigma científico, que nos van a dar el Premio Nobel, colocarnos una venda delante de los ojos, idear una nueva hipótesis que pueda explicar esos resultados y aferrarnos a ella con uñas y dientes por absurda que parezca. 

Únicamente cuando una idea ha pasado todos los procesos de prueba posibles y ha sobrevivido a los más rigurosos experimentos para desmentirla puede ser trasladada de la etiqueta de "posible" a la de "probada". La ciencia patológica ocurre cuando los investigadores cortan este proceso de verificación y falsación prematuramente. Esta práctica de la ciencia patológica, como ya hemos dicho, no necesariamente tiene que ver con una falta de ética, como explica perfectamente N.J. Turro: "a more favored hypothesis can develop its own momentum, especially when a researcher invests his prestige or professional self-identification in one idea to the exclusion of competing explanations for the results. Having a formed pet conclusion, the scientist often defends it using its own terms, models, and assumpltions." Consideraciones extra-científicas como el estatus profesional, conseguir financiación económica, la presión del centro investigador o de los organismos privados financiadores, pueden contribuir a potenciar la subjetividad a la hora de realizar un experimento y conducir al auto-engaño. 

En conclusión, el fraude científico ha existido desde que la ciencia es ciencia y probablemente será imposible de erradicar. Pero en la medida de lo posible, debemos hacer un esfuerzo por mejorar la formación ética de los investigadores y reducir la presión que existe sobre ellos, que a la larga pueden favorecer conductas fraudulentas en personas que en otras circunstancias profesionales ni se lo plantearían. Algunos buenos consejos que he reunido a lo largo del material del libro de texto para ayudar a disminuir estas prácticas sería:
-Permitir que los datos brutos de los experimentos estén disponibles para otros investigadores
-Introducir el concepto de publicación anónima para que lo que realmente cobre importancia sean los descubrimientos científicos y no los autores
-Ser conservadores y honestos con los conceptos estadísticos
-Ante la aparición de resultados inesperados, repetir, repetir y repetir el experimento antes de lanzarnos a la invención de "ruedas cuadradas"
-Discute tus resultados abiertamente con otros investigadores, especialmente los negativos y haz un buen uso de sus críticas constructivas
-Si tus resultados contradicen tu hipótesis, no te inventes una nueva que se ajuste a ellos, acéptalo con elegancia, aprende de la experiencia y "a otra cosa mariposa".
-El mismo experimento que contradice una teoría, verifica la teoría opuesta, un experimento nunca se ha realizado en vano. La ciencia funciona así, a través de la falsabilidad. 
-Intenta siempre dar el máximo de ti mismo y trabajar con la máxima honestidad posible, sé fiel a tu trabajo y a tus resultados aunque sean negativos... Puede que no ganes el nobel, pero serás un científico de calidad. 

Un saludo,

Sonia M.H.



1 comentario: